Juan Van-Halen | 29 de julio de 2021
Aquel ridículo paseo de medio minuto de Sánchez junto a Biden ha tenido su segunda parte en esta excursión norteamericana sin la compañía de empresarios importantes, sin reuniones relevantes, sin nada que decir y menos que esperar.
Welcome and goodbye, Mr. Sánchez. Nuestro presidente se viene arriba en sus viajes al exterior y en España no puede dar un paso sin ser abucheado. Su reciente gira por Estados Unidos, con escalas en Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, no incluyó Washington, la capital federal, faro del poder occidental, ni fue recibido por representantes políticos en esas ciudades. Los alcaldes no le abrieron un hueco en sus agendas, pero algún lobby contratado con dinero público (que, Carmen Calvo dixit, «no es de nadie») consiguió entrevistas a Sánchez en algunas televisiones segundonas y en periódicos de medio pelo.
No se manifestó ante la pregunta del millón: ¿le recibirá Joe Biden? Me cuentan que ya antes del viaje y durante él, Moncloa intentó que Pedro Sánchez fuese recibido en la Casa Blanca o por algún miembro del Gobierno. Infructuoso. Ni siquiera en un trayecto de ascensor, en un parking, incluso a la puerta del despacho de algún importante senador o representante, demócrata naturalmente. Supongo que tampoco deseaba repetir el fiasco del paseíllo junto a Biden. Al final, el acto para recordar resultó ser la intervención en la Universidad de California anunciando la creación del Instituto Cervantes de Los Ángeles. Una promesa de Sanchez… ¡Lagarto, lagarto! El otro acto que prometía, la inauguración de la Oficina Económica y Comercial de España en Nueva York, fue un fiasco. Había más periodistas y fotógrafos (el lobby contratado funcionó) que asistentes de interés. Estaban la ministra Reyes Maroto y el de la moto.
En contra de lo que resulta normal en los viajes de dignatarios extranjeros, Sánchez se permitió opinar sobre temas de política interior norteamericana, atacó a Donald Trump y alabó babosamente a Biden, ese señor que no supo quién caminaba a su lado en un pasillo durante 29 segundos susurrándole temas que él desconocía porque nadie le había avisado. Aquel ridículo medio minuto, que dicen le costó el puesto y el sueldo a Iván Redondo que lo había anunciado como un encuentro sideral, ha tenido su segunda parte en esta excursión norteamericana sin la compañía de empresarios importantes, sin reuniones relevantes, sin nada que decir y menos que esperar. Sánchez se saltó también los protocolos no escritos en las visitas de dignatarios extranjeros a Estados Unidos al atacar a la oposición española en las entrevistas televisivas que le programaron.
Hace muchos años formé parte del séquito informativo en viajes de Su Majestad el Rey, entre ellos uno a Washington, y acompañé al entonces presidente Leopoldo Calvo Sotelo en media docena de viajes internacionales. Nada que ver. El Rey era el mejor embajador y Calvo Sotelo, siempre prudente e inteligente, no daba un paso en falso, su personalidad estaba por encima de su cargo y por ello no se movía para atornillarse al sillón, no estaba enamorado de sí mismo, se sabía la asignatura y representaba a España con dignidad. Eso no lo hemos visto en esta excursión de Sánchez. No ha sido un periplo con la mirada puesta en la imagen de España sino en sí mismo. Mi Persona ha sacado en limpio que se le haya comparado (físicamente) con Kennedy y con Supermán. La cualidad de guaperas puede no ir unida a la valía de un gobernante. Hubiese ocurrido lo mismo con un atractivo vendedor de corbatas en unos grandes almacenes o con un bello gigoló paseante por el Trastévere en busca de madura compañía femenina.
Como en Estados Unidos no le conocen, Sánchez pudo presentarse como el gran gestor de la pandemia y como un «político que cumple». En España esas afirmaciones producen hilaridad incluso cuando osa decirlas en el Parlamento. No ha cumplido nada de lo que anunció o prometió desde el primer día de su llegada a Moncloa y antes de llegar tampoco; desde su discurso en el debate de la mentirosa moción de censura que echó a Mariano Rajoy del Gobierno. Por eso, entre otras cosas que conciernen a su enorme ego, el viaje es seguro que a Sánchez le ha hecho feliz.
El viaje de Sánchez a Estados Unidos no ha sido en beneficio de España sino en su propio beneficio. Le importaba su repercusión nacional. La propaganda
Se nos dijo que el objetivo principal del paseo norteamericano de Sánchez era conseguir inversiones en España. Su intervención en Nueva York ante inversores fue un hito en el viaje, y esta vez sí le escuchaba una brillante representación del dinero que se mueve. El presidente hablaba ante profesionales bien informados y no se callaron. Muchos de ellos ya habían invertido en España. Se interesaron por la anunciada derogación de la Reforma Laboral y por el futuro de las políticas de vivienda y alquileres. Mi Persona contestó con vaguedades. Ya se encargó de aclararlo desde España la vicepresidenta Yolanda Díaz. Lanzó una enmienda de totalidad a lo dicho por Sánchez: derogarán la reforma laboral y continuará su trámite la norma sobre vivienda y alquileres, además de anunciar a los posibles inversores que habrán de afrontar nuevas cargas fiscales. Menudo modo de movilizar dineros hacia nuestro país. No se ha traído ni una promesa.
No me explico que Sánchez crea que los inversores norteamericanos desconocen la realidad española, que no saben que Yolanda Díaz es comunista; que hay ministros comunistas en el Gobierno a los que el presidente no se ha atrevido a tocar; que en España a los fondos de inversión el Gobierno los llama «fondos buitre», sobre todo a los que han comprometido millones y millones en el sector vivienda; que nuestro país tiene bajo mínimos la seguridad jurídica y ataca públicamente las decisiones de los tribunales, por muy altos que sean, si no se pliegan a su voluntad. Las embajadas en Madrid funcionan y la de Estados Unidos no es una excepción. Igual que informaron en su día de que un tipo con nombramiento de vicepresidente del Gobierno defendió al comunismo en un Pleno del Parlamento, insólito en un Estado de la Unión Europea. Las embajadas trasladan a sus gobiernos lo que consideran de interés.
El viaje de Sánchez a Estados Unidos no ha sido en beneficio de España sino en su propio beneficio. Le importaba su repercusión nacional. La propaganda. Por si a estas alturas consigue que le crea alguien. Sólo faltaban Berlanga, Pepe Isbert y Manolo Morán para que la excursión presidencial fuese una réplica, en imagen invertida, de Bienvenido, Mister Marshall. Pero Nueva York, Los Ángeles y San Francisco no son aquel plácido e ingenuo pueblecito, Villar del Rio, en donde nunca pasaba nada.
P.D. – La vicepresidenta Yolanda Díaz tendrá conocimientos amplios y se sabrá El Capital y el Manifiesto Comunista de memoria pero le fallan las lenguas clásicas. Patria procede del latín. De la terra patria, tierra de los antepasados o de los padres, quedó patria, el país de origen, de las raíces. No tiene sentido inventarse matria. Siempre se dijo madre patria. Los palmeros de todo lo zurdo aseguran que Unamuno lo empleó. Una humorada con carga. También escribió «los hunos y los hotros». Pero el genial Unamuno sabía latín y huía de las patochadas.
Las acciones de Gobierno y el aparato propagandístico de Sánchez han sido una flagrante mentira, una máscara, una simulación, un escenario a menudo eludiendo el control parlamentario y sin preguntas en sus comparecencias públicas.
La política atraviesa una transformación evidente. Vivimos cada vez más una democracia vigilada, limitada. Un sistema que padece una especie de relectura a la baja, acosada y desvirtuada.